Una fe sólida e inquebrantable era todo lo que Mikhail Kulakov tenía. El gobierno soviético comunista ya le había quitado su trabajo, su familia y libertad. Lo encarcelaron, interrogaron y sentenciaron… soportó amargas dificultades, pensadas para reprimir el espíritu y quebrantar la voluntad;Y si sobrevivía, podía ser desterrado a una remota población al oeste de Siberia.